sábado, 10 de febrero de 2018

Día 24 (16/11/2017) - Centro Habana

Tras desayunar en la casa por 3CUC cada uno (no mucha cantidad), nos ponemos en marcha hacia el centro de la ciudad. Paramos un taxi compartido que nos deja en Prado (Paseo Martí) por 1CUC los tres y decidimos caminar hasta el malecón para empezar la ruta desde el Castillo de San Salvador de la Punta, desde donde tenemos unas vistas impresionantes de la Fortaleza del Morro, al otro lado de la bahía. Se dice que cada noche se extendía una cadena de 250m entre ambas fortificaciones, para cerrar la boca del puerto a los barcos. El mar vuelve a estar picado hoy. 



Tras ver la estatua del General Máximo Gómez, vamos subiendo hasta la estatua ecuestre de José Martí, que precede al Museo de la Revolución. El Museo ocupa el antiguo Palacio Presidencial y está repleto de objetos y detalles (y propaganda) de la Revolución.






Visitamos también el pabellón Granma, aunque con tanta seguridad, casi no podemos ver el buque...




















Paseamos entre los automóviles y avionetas que rodean al ilustre Granma y nos dirigimos al Centro Gallego, situado en el lateral del Gran Teatro de La Habana (su antigua sede). Al principio, el señor de seguridad no nos quiere dejar pasar, pero al contarle la historia del abuelo de Roberto, nos pasa con una administrativa quien, pidiéndonos discreción (y no sacar ni una sola foto), nos lleva hasta el despacho de Alfredo Gómez, presidente del Centro Gallego. El señor, de Lugo y bastante mayor, está encantado de tenernos allí y su secretaria pronto se pone a buscar entre las ficha de los socios. A pesar de haber muchos "Villar", no damos con el abuelo de Roberto, aunque la visita ha merecido la pena. 



Cambiamos algo de dinero y decidimos entrar al Gran Teatro de La Habana, donde hacemos una visita guiada fabulosa y podemos admirar el ensayo del Ballet Nacional de Cuba... Oh... Es simplemente maravilloso. El lugar muestra la opulencia de tiempos pasados y como se conserva activo, está simplemente perfecto. 







Con vistas privilegiadas del Capitolio, no es difícil imaginar el poder que ostentaban los gallegos en La Habana, llenando el teatro con las mejores compañías internacionales y sus salas privadas de ricos. 



El Capitolio está cerrado por restauración (salvo una sala) y decidimos disfrutar sólo de las vistas del exterior. Descansamos y jugamos en el Parque de la Fraternidad y vemos a mujeres echando las cartas a la gente...¡auténtico!






















Vamos al Barrio Chino (que queda al lado) pero resulta casi inexistente y con bastante decepción, volvemos hacia Prado, pasando por un iluminado y bellísimo Gran Teatro. 



Conseguimos un taxi baratísimo hasta casa y una ve allí, cenamos por poco más de 2CUC. Ondoloin!

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