miércoles, 21 de febrero de 2018

Día 25 (17/11/2017) - La Habana Vieja

Mientras desayunamos cae un chaparrón detrás de otro, pero entre medias, sale un hermoso claro así que nos ponemos en marcha (no) sin temor. Paramos un taxi colectivo en cuanto llegamos a Línea y en poco tiempo volvemos a estar en Prado, desde donde en menos de 10 minutos a pie, llegamos al antiguo Centro Asturiano (hoy Museo de Arte), antesala de la Habana Vieja.


Pasamos al lado de La Floridita, el bar más famoso de Cuba por ser cuna del daiquiri.


Y calle Obispo arriba (o abajo, a saber) nos adentramos en La Habana Vieja sin prisa, contemplando las todavía tranquilas calles que parecen estar despertando aún. Luar se duerme y encontramos un letrero indicando "Archivo Histórico", así que seguimos con las averiguaciones. De aquí, nos mandan a la Fototeca de la Plaza Vieja y de allí al Archivo Nacional de Cuba, así que sin darnos cuenta (y casi sin reparar en la belleza del lugar) pateamos toda la Habana Vieja, sobre todo la menos turística. 





















En el Archivo Nacional tampoco nos dan información (ya que únicamente tienen un directorio de los años 1910 a 1914), pero nos indican cómo solicitar que se rastree en los diferentes archivos y documentos, por lo que seguiremos con la investigación de vuelta en casita.

Tratando de volver a la Plaza Vieja por otra ruta (como Colón con las indias), nos encontramos con parte de la antigua muralla de la ciudad y siguiendo el puerto, encontramos los antiguos almacenes reconvertidos en mega-centro de venta de souvenirs y artesanía. Compramos un par de cosas pendientes y seguimos el camino hacia el embarcadero desde donde salen los ferris hacia los fuertes de la otra orilla. Pasamos por la catedral ortodoxa y para cuando llegamos a la Plaza San Francisco de Asís, Luar ya está más que despierto. 





Volvemos a la Plaza Vieja y encontramos un sitio medio-económico para comer, donde fabrican su propia cerveza y tienen expuesto un Ford de 1924.





















Después de comer con música en directo, subimos a lo alto de un edificio para ver la cámara oscura, desde donde tenemos unas vistas privilegiadas de toda La Habana. 



Caminamos hasta la Plaza de la Catedral, para lo que atravesamos la casa del Conde de los Arcos. Impresionante. Ninguno de nosotros se esperaba algo así. 




Luar camina y camina por las calles, así que pronto vuelve a estar rendido y cae en brazos de morfeo. 




Callejeamos sin parar por las animadas pero tranquilas calles de la Habana Vieja el resto de la tarde (muy limpia y sin agobios, no como nos habían dicho) y nos tomamos un privativo café en el hotel donde Hemingway estuvo viviendo.

























Aunque nos cuesta encontrar un taxi de vuelta, encontramos a una pamplonesa que necesita también uno y lo compartimos. Cenamos cerca de casa y probamos la fritura de malanga, que nos encanta a todos. 


Ondoloin!

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