jueves, 1 de febrero de 2018

Día 22 (14/11/2017) - Cueva del Indio

Nos ponemos en marcha nada más despertarnos y vamos a desayunar al mismo sitio de ayer. Para nuestra sorpresa, cae un chaparrón de aquí te espero nada más sentarnos en la mesa, que dura y dura. Como no parece escampar, no tomamos nuestro tiempo desayunando y decidimos esperar a que la lluvia de un respiro para ponernos rumbo a la Cueva del Indio en el bus turístico (5CUC para todos los viajes que quieras en un mismo día). Antes de coger el bus, vamos a casa de Gloria, nuestra "verdadera" casera de Viñales, y cerramos el colectivo que nos llevará mañana a La Habana y también el precio de la casa allí (25CUC).


A las 11:25 cogemos el bus turístico tras rechazar millones de ofertas para hacer el recorrido en taxi (incluido el taxista-médico que nos trajo a Viñales). Las señales no están correctamente indicadas, así que el bus hace el recorrido inverso al que pensábamos y para un buen rato hasta que llegamos a la cueva. Llueve intermitentemente, así que no nos arrepentimos de no haber alquilado las bicicletas para hacer la ruta.

El paisaje es precioso y la entrada a la cueva es bien pintoresca, con unos hombres disfrazados de "indios" nativos, que hacen su papel para el autobús de guiris VIP (transtur), pero no para el niño que va el la mochila... así que no les sacamos la foto 😒.



Se pueden recorrer a pie unos 200m de la cueva y otros 250m se recorren en barca. Es verdaderamente increíble, juzguen ustedes mismos:



























Luar se asusta un poco en el paseo en barco, probablemente por la oscuridad y el eco de los motores de las barcas, pero cuando nos acercamos a la salida...¡qué espectáculo! Las fotos no hacen justicia del lugar, que parece salido de una película.




De vuelta en el pueblo, vamos a comer al restaurante El Olivo, recomendado por la guía y al contrario que en otras ocasiones en las que nos dejamos recomendar...¡no decepciona! 

Hamburguesa de la casa
Locos alborotadores



Conejo al chocolate



















Vamos a casa a que el niño eche una siesta y charlamos, principalmente sobre Cuba, con la pareja francesa. Ellos viajan en bici y han visto otra Cuba: poblados sin agua en las casas (no hablemos de agua potable), sin WC, a los que traen agua en camiones cisterna, gente muy humilde que ofrece cuanto tiene... Han conocido todo lo que Cuba nos ha ocultado a nosotros por viajar sin parar en puntos intermedios. Cuando Luar se despierta, Nokomis y él hacen un intercambio de cuentos (ayudados por los papás, claro) y salimos a la calle a dar un paseo y a cenar. 



Estábamos buscando (o más bien eligiendo) restaurante, cuando Naiara se agacha y recoge unos billetes del suelo: ¡25CUC! Decidimos aceptar el regalo que Cuba nos brinda y nos vamos a cenar a un sitio muy chulo donde lo pasamos tan bien, que se nos olvida sacar fotos. Ondoloin!!!

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