Llegamos a Dallas sobre las 5:30 y por supuesto, toca pasar el más que riguroso control de aduanas y de seguridad. Como ya temíamos, aunque por otros motivos (la barba de Roberto principalmente), el primer paso nos hace perder algo de tiempo, a pesar de que hay un moderno sistema de control de aduanas. El caso es que ambos rellenamos un formulario en un ordenador después de escanear los pasaportes. Se imprimen unos justificantes y ¡sorpresa! El de Roberto aparece con una enorme X sobre sus datos, así que el señor que da el paso hacia el control de seguridad le envía a otra cola para que otro agente le haga unas preguntas. Una vez ahí, lo más costoso es hacer la cola, porque nada más llegar donde el agente, le sella el pasaporte. En fin, burocracia (y recuerdo a Mafalda con su tortuga...).
El control de seguridad ya lo conocíamos: enorme cola, sin zapatos, bolsillos vacíos... y la enorme máquina (que parece de la NASA) que te hace un super escáner, girando sobre todo tu cuerpo. Pena que no se puedan hacer fotos ahí, porque explicarlo ¡es bien difícil!
Total, que pasamos todos esos controles y finalmente ¡somos libres!
¿Libres? Ah, no. Se nos olvidaba que nos quedan 10 horas en el aeropuerto de Dallas (Texas), sin nada que hacer... ¿Nada que hacer? ¡Pero si hay 5 terminales y un metro exterior que las conecta! Pasamos gran parte de esas horas paseando por las terminales y alucinando con el look de los trabajadores del aeropuerto: van con sombrero de cowboy y camperas!
Además y en honor a la verdad, hay que admitir que todos los trabajadores que nos atienden en el aeropuerto son amables y muy atentos, muy en contra de nuestros prejuicios... Cuando ya nos hemos aburrido de dar vueltas, nos acercamos a nuestra terminal y comemos algo, tras lo cual, nos sentamos a ver despegar aviones cada minuto (o menos). ¿Podéis ver el que está despegando al fondo?
Con más de una hora de retraso, porque le estaban cambiando una rueda al avión (¡!), embarcamos y descubrimos la última sorpresa del día: el avión es tan mierda, que ni siquiera tiene las pantallas individuales que todo vuelo internacional (hasta ahora) ha tenido. No nos lo podemos creer, ¡es un vuelo de 10 horas! ¡Sólo queríamos jugar al tetris!
Y la traca es cuando nos dicen que, a pesar del retraso, vamos a llegar puntuales a Madrid. Y pensamos: ¿los americanos pueden hacer que el mundo vaya más rápido? ¿Que los aviones sean de repente más rápidos?
Nada más entrar nos ofrecen un snack y acto seguido la cena (y es que aunque en Dallas son casi las 17:00, en España ya es de noche y tienen la deferencia de ayudarnos con el jet lag). Roberto se dispone a dormir; Naiara no tiene ni pizca de sueño, así que ve la peli "obligada". La noche será muy larga para ella... Ondoloin!