viernes, 17 de julio de 2015

Día 10 (10/11/2013) - Jodhpur

El día comienza de nuevo en la carretera y de camino a Jodhpur, hacemos una paradita en medio de la nada para comprar una navaja (que aún conservamos) y que nos serviría para pelar fruta durante el resto del viaje. Naiara disfruta de la negociación mientras los lugareños alucinan con la situación misma.


Cerca de la ciudad, Negi se da cuenta de que están marcando a una manada de camellos y... ¡ahí que nos bajamos a ver qué pasa! La verdad es que el proceso es costoso para los hombres ya que los pobres camellos se resisten a la quemadura...



Y tras dejar las maletas en el hotel, empezamos con las verdaderas visitas a la Ciudad Azul, Jodhpur. Empezamos por el Jaswant Thada, un monumento conmemorativo construido en mármol blanco y dedicado al Maharajá Jaswant Singh II.


Pasear por sus inmediaciones en silencio es verdaderamente relajante e invita a la introspección.


Desde allí, nos dirigimos hacia el Meherangarh, el majestuoso fuerte de la ciudad, aún propiedad del actual Maharajá. Está construido sobre una colina de 125 metros y sigue su perfil con sus enormes murallas. Consta con varias puertas de entrada, todas ellas ricamente ornamentadas. Adelante...


Si las puertas de entrada eran ya suficientemente hermosas, la vista de la ciudad azul... quita el aliento. Es importante mencionar que la ciudad está pintada en este color, ya que hace siglos sus habitantes se dieron cuenta de que el pigmento azul que utilizaban repelía los mosquitos, reduciendo así las epidemias de malaria.






Después de disfrutar del interior del fuerte, nuestro guía nos lleva al centro de la ciudad, donde se encuentra la torre del reloj, uno de los edificios emblemáticos del casco antiguo.  Justo al lado, tomamos "el mejor lassi de India" en un local auténtico. Mientras el (vestido de blanco) echa un párrafo con la gente del local, ¡disfrutamos del mejor lassi que hemos probado!



Aunque no está dentro del planing, el guía nos lleva a visitar el mercado de Sardar cuando ya ha caído la noche. Vagar por las cientos de callejuelas del mercado es fascinante, todas llenas de olores, colores y sonidos que conforman la auténtica India, la de su gente, la que un día Naiara vivió.

Aprovechamos para comprar algunas especias (que terminan siendo por lo menos un kilo...) y nos llevan de vuelta al hotel.


Hasta hoy Negi no ha consentido en venir con nosotros a cenar ninguna noche, pero de hoy no pasa y nos lleva a un restaurante bastante chulo donde comemos de lujo, como siempre. Charlamos sobre familia y trabajo... sobre la vida misma, vaya y qué curioso, que las preocupaciones no entienden de nacionalidades ni fronteras.


De vuelta al hotel, nos despedimos de Negi hasta mañana. Ondoloin!

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