viernes, 10 de julio de 2015

Día 3 (03/11/2013) - Agra

El día de ayer en Delhi fue agotador y hemos dormido como reyes. Tras desayunar, nos ponemos rumbo a Agra, donde está ubicado el archiconocido Taj Mahal. Este trayecto, como el resto que haremos en el viaje, lo hacemos en coche privado y con nuestro "chófer" Negi (que os presentaremos más adelante). ¡Las estampas de camino, son tan auténticas como increíbles!

Adelantamientos imposibles (¿¿¿hay gente ahí arriba??? Claro que sí.)
Flores para proteger el coche
Salones de belleza en la calle
Tardamos unas horas en llegar y nos llevan directamente al hotel a dejar nuestras cosas. Sin mucho descanso, vamos al Fuerte de Agra, una fortificación militar que empezó a construir el Emperador Mogol Akbar en el siglo XVI. La puerta de entrada, llena de mujeres portando saris de colores, nos transporta en el tiempo... hacia atrás.


Dentro del Fuerte se encuentra entre otros, el Palacio de Yahangir, construido por Akbar para su hijo Yahangir. Con la llegada del Sha Yahan casi un siglo después, la fortaleza militar pasó a ser su palacio, que más tarde se convertiría en su prisión.




Cuenta la historia, que Sha Yahan se enamoró de una plebeya, Mumtaz Mahal, observando el mercado al que ella acudía dentro del Fuerte, en esta misma plaza: 


Tras la muerte de su amada, mandó construir el Taj Mahal, para lo cual gastó ingentes cantidades de dinero. Sintiéndose viejo, quiso construir otro Taj Mahal al otro lado del río Yamuna, esta vez de marmol negro, para que su propio cuerpo fuese trasladado allí a su muerte y poder estar frente a su amada eternamente. Uno de sus hijos, cansado de que su padre dilapidara la fortuna de la dinastía mogola, lo encarceló en un ala del palacio y usurpó el trono. Eso sí, las ventanas de su "cárcel" estaban orientadas hacia el Taj Mahal y podía contemplar el mausoleo de su amada siempre que quería. 




Con la emoción de sabernos en un lugar tan especial y cerca del símbolo de la India por excelencia, vamos a reponer energía con una comida deliciosa.


Ya con el estómago lleno, nos llevan a la entrada del Taj Mahal, pasamos el control de seguridad y nos encontramos la puerta de arenisca roja que no deja ver el mausoleo mogol. Caminamos junto a la gente y al cruzar el umbral... el Taj Mahal, encuadrado en el arco de la enorme puerta, aparece como en una ensoñación. El mármol blanco reluce y las formas y la simetría del edificio mogol hacen que a Naiara se le salten las lágrimas. 

Este mausoleo fue construido por el Emperador Sha Yahan a la muerte de su amada segunda mujer (que murió durante el parto de su 14º hijo en el 1631). La leyenda cuenta que los más de 10.000 artesanos que se emplearon en la obra, fueron lisiados o sentenciados para que jamás pudieran reproducir una obra siquiera parecida.

El monumento está construido en marmol blanco (que jamás ha sido limpiado) y adornado con miles de incrustaciones de piedras semi-preciosas que forman flores y textos. Para que nos entendamos, no hay ni un sólo gramo de pintura en estas paredes, sino un laborioso "mosaico" de piedras perfectamente talladas e incrustadas en huecos igualmente perfectos tallados en las paredes.



Nos piden que nos descalcemos y nos ofrecen unos patucos para no dañar el suelo de mármol. Subimos las escalinata y con el edificio alzándose majestuoso por encima de nuestras cabezas, echamos la vista atrás para contemplar el entorno. La puerta de entrada que tanto nos ha impresionado antes, parece poca cosa ahora, pero la imagen es impresionante. 


En el interior del mausoleo no está permitido hacer fotos, pero os podemos asegurar que el recinto deja la boca abierta. En el centro y protegido por una celosía repleta de piedras preciosas que lo rodea, está el cenotafio; el acceso a las tumbas reales está restringido a sus descendientes, quienes visitan las tumbas hasta la actualidad. Cuando el Sha murió, su hijo ordenó enterrarlo junto a su amada, de manera que las dos tumbas son el único elemento que rompe la simetría de todo el recinto. Paseamos en compungido silencio alrededor de la celosía y por los pasillos del edificio, tratando de guardar en nuestro interior toda esa emoción.

Se va haciendo de noche y nos empiezan a invitar a irnos, pero no podemos dejar de echar la vista atrás para admirar esta justamente designada Maravilla del Mundo. Cuando la luz va cayendo, su pálido mármol realza la impresión de visión etérea... No hay palabras, o sí. El gran Rabindranath Tagore lo describió como "una lágrima en el rostro de la eternidad". Cierto, muy cierto.



Al salir de allí, nuestro guía nos lleva a visitar un taller de incrustaciones donde trabajan como antaño, en la creación de estas maravillas (y donde las venden a blanquitos "ricos"). Mientras observamos con interés el proceso, nos preguntamos si como tememos, todo el  viaje consistirá en terminar los días en una mega tienda para sacarnos más y más dinero (y así será). 


Finalmente nos retiramos a cenar algo y descansar. El día ha sido intenso y haber visto por fin el Taj Mahal en persona escuchando la romántica historia de amor que hay detrás de él, ha sido maravilloso. Ondoloin denoi!

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