martes, 14 de julio de 2015

Día 7 (07/11/2013) - Bikaner

Despertamos temprano en Mandawa y la noche ha sido tormentosa... Nos vestimos, desayunamos en el hotel y Negi nos viene a buscar. Nos informa de que ha llovido toda la noche y que no es habitual en estas fechas y en pleno desierto. Pero ni él mismo se espera lo que sucede al salir del parking del hotel... ¿Qué ha pasado?


No sabemos cómo, pero el coche resiste las piscinas de agua y llegamos relativamente pronto a nuestro próximo destino: Bikaner. Situada en el centro del Desierto del Thar, esta ciudad amurallada tiene como principal atractivo sus impresionantes Fuerte y Palacio, construidos con la misma piedra caliza rosada de Jaipur.


Comenzamos por el Fuerte Junagarth, construido por el Rajá Rai Singh en el siglo XVI, tiene una muralla de casi 1 km de longitud, un foso y dos entradas. Los palacios que se alzan en su interior conforman una preciosa estampa de patios y balcones finamente tallados. 



Las estancias privadas nos dejan con la boca abierta por su nivel de detalle y ornamentación, juzgad vosotros mismos...


Subimos a alguno de sus balcones exteriores desde donde podemos observar los jardines, la muralla y la ciudad. Es verdaderamente impresionante escuchar historias sobre el lugar en boca de nuestro guía de habla inglesa (parece ser que no hay ningún guía de habla española en la ciudad y Roberto tiene que hacer un esfuerzo). 


Mirando hacia uno de los patios interiores, Naiara enseña los andamios indios a Roberto en vivo y en directo. ¿Los véis? Y este es muy pero que muy bajito... ¡los hay enormes!


Para que nos podamos hacer una idea de lo ostentoso que debía ser este palacio, han preparado una sala que contiene únicamente las cunas y columpios de los hijos del Rajá. Sobran las palabras.


Queriendo poner los pies en el suelo, pedimos al guía que nos acerque a la India actual (que tanto añora Naiara en este viaje), así que nos encaminamos al mercado. Por la calle, nos llevan a probar unos dulces típicos de la zona (siempre demasiado dulces para nosotros dos) en una pastelería atestada de lugareños sonrientes y sorprendidos de nuestra blancura. 

Ya en el mercado, Naiara muestra parte de su amada India a Roberto, mientras paseamos entre frutas, verduras y... vacas, ¡por supuesto!





De vuelta en el hotel, descubrimos que el palacio del que hemos hablado al principio... ¡es donde dormiremos hoy! Construido por el Maharajá Ganga Singh en 1902, es una construcción majestuosa repleta de balcones voladizos y delicadas celosías. Pasamos el resto de la tarde paseando por sus jardines, patios y pasillos, hasta que tras el atardecer, quedamos a oscuras. 




Pero este hotel tiene aún una sorpresa en su interior... ¡la piscina! Hay que admitir que a pesar de que parece tentadora, el agua estaba helada, por lo que sólo el valiente de Roberto se anima finalmente.


En fin, después de escuchar tantas historias de Rajás y Maharajás... dormimos como auténticos Reyes. ¡Ondoloin!

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