jueves, 16 de julio de 2015

Día 9 (09/11/2013) - Jaisalmer

La mañana comienza temprano en Jaisalmer y aunque todavía no lo sabemos cuando desayunamos con un millón de blanquitos en el gran salón del hotel, hoy será un gran día. Negi nos lleva puntual al centro de la ciudad, donde tras cruzar una gran puerta señorial construida por una prostituta sin el permiso del maharajá (sí, la historia es bastante surrealista), nos encontramos con el Gadi Sagar.


Un increíble estanque rodeado por numerosos templos y santuarios.



Tras disfrutar de la paz del lugar, nos dirigimos ahora sí al Fuerte, símbolo de la ciudad. Fue construido en 1156 por el soberano rajputa Jaisala y ampliado por sus sucesores. Verlo desde abajo ya impone suficiente y son miles las personas que nos encontramos en una de sus puertas de entrada. Y cómo no, hay otras miles que tratan de vender de todo a los turistas. 



Nada más cruzar el portalón, un laberinto de estrechos callejones se abre a nuestros pasos. Su interior alberga un palacio, varios templos y miles de havelis que nos dejan con la boca abierta mientras paseamos entre ellos. Para que deis fe de ello, ahí van algunas fotos de los detalles de los templos jainíes construidos entre el siglo XII y el XVI. 




Vagamos por sus estrechas calles durante horas y desde lo alto del fuerte, alcanzamos a ver la ciudad moderna que se extiende hasta donde llega la vista y decidimos llenar el estómago con estas maravillosas vistas como telón de fondo. 


Nuestro guía de hoy nos invita a conocer otras partes de la ciudad, por lo que salimos de la fortificación por otra de sus puertas, mientras admiramos el bello contraste entre el color de los muros y el de los saris de las mujeres.


Los havelis que visitamos a continuación son verdaderamente impresionantes, trabajados en cada uno de los detalles hasta la extenuación. Juzguen ustedes mismos:



Desde la azotea de uno de ellos, podemos vislumbrar la majestuosidad del fuerte con un poco de perspectiva... ¿qué os parece?


Pero el calor acecha y decidimos pasear por el interior de los aireados havelis y por las calles más frescas.



Paseando, encontramos un puesto de ropa donde Naiara se deleita, regatea y consigue que le entallen un vestido (según el señor, de diseño propio) a medida en ese mismo instante. ¿En qué otro lugar se consigue ropa a medida en menos de 10 minutos de compra?


Después del ajetreo de todo el día, aún falta lo mejor: el desierto del Thar. A las afueras de la ciudad, este desierto separa India de Pakistán, y unos camellos nos llevarán hasta las dunas de Sam a ver uno de los más bellos atardeceres de nuestras vidas. 



El camino es tranquilo y silencioso y nuestros camelleros no dicen ni pío, porque no hablan nada de inglés, aunque nos entendemos perfectamente. Pero cuando llegamos a las dunas... millones de turistas locales y extranjeros (aunque mayoritariamente locales) ocupan casi todo el espacio. Nuestros camelleros parecen no inmutarse y siguen a paso ligero por las dunas.


Al fin, llegamos a un lugar menos atestado y bajamos (no sin miedo a rompernos la crisma) de nuestros camellos.


No lo habíamos mencionado... pero Naiara por supuesto, estrena su vestido el mismo día, claro!


Compartimos con estos señores el atardecer y el silencio, que se agradece después de un día tan lleno de experiencias. Los colores se van sucediendo en el horizonte y van fijándose en nuestras retinas para siempre.


Antes de marchar, nos sacan la foto obligada con nuestro camellero jefe, un señor ya mayor que no pierde ni el ritmo ni la sonrisa. Se lo agradecemos de todo corazón, porque cuando no hay palabras, la cara es el espejo del alma. 


Y con este atardecer os dejamos por hoy, en el que ha sido uno de los grandes días del viaje. Ondoloin!


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