Desayunamos en la cocina del hotel (nos la dejan usar) y salimos hacia la terminal de autobuses desde donde saldremos hacia las ruinas de Tambomachay. El bus no es turístico, lo que significa que iremos haciendo paradas cada minuto para poder llenarlo y esto es literal, ya que nada más montar y ponerse en marcha, tuerce en la siguiente calle y se detiene, para recoger más pasajeros y (¡!) para que los que ya iban dentro, pidan su cafecito en un puesto...
Tarde pero seguro, llegamos a nuestro destino, a 3700 metros de altura, Tambomachay. Estas ruinas son también denominadas como los baños incas, ya que sus conductos traen agua del manantial y le daban esa función. Además de para remojarse, se dice que el por entonces jefe también acudía a este sitio para cazar.
Nosotros al llegar, nos encontramos con toda una feria de artesanía (que se repetirá en cada ruina) y más mujeres con llamas ofreciendo fotos por soles. Emprendemos el camino por la pista empedrada y al llegar, alucinamos con el perfecto estado de conservación de los baños... de ruinas nada de nada!
Paseamos un rato por las montañas circundantes y nos ponemos en marcha para llegar a pie al siguiente yacimiento. De camino, nos encontramos con un burrito que parecía triste... y le hacemos un poco de compañía.
De camino las vistas de las ruinas de Pukapukara son impresíonantes y el paisaje que las rodea ayuda a mejorar la estampa. De hecho, este enclave era la frontera del Cusco, desde donde se controlaba uno de los puntos de acceso de la ciudad.
Se pueden apreciar también las diferentes estancias del complejo mediante los restos de muros que se conservan.
Para llegar a las próximas ruinas, cogemos un minibús en el que nos encontramos con una sorpresa totalmente inesperada. ¡Que le hablen a esta mujer sobre conciliación!
En las ruinas de Q'enqo un guía que contratamos allí mismo nos muestra los recovecos de esta maravilla. Nos cuenta que este enclave era de acceso únicamente para sacerdotes y nobleza debido a lo sagrado que se consideraba. Fuera, un monolito fálico hace la sobra de un puma al amanecer, símbolo importantísimo en la cultura inca, de hecho, la ciudad de Cusco tiene su forma.
Esta grieta se produjo de manera natural al deslizarse una falla del monte, siendo considerada por los Incas como algo divino. A partir de ese momento y debido a que el corrimiento también creó una caverna (que junto al símbolo fálico completa la dualidad de sus creencias). Los Incas trabajaron la roca con evidentes conocimientos de ingeniería, de manera que la mitad de esa roca nunca llegó a caer en los varios e importantes movimientos sísmicos sufrido en la zona.
El zigzag de las rocas de la entrada a la cueva es el que da nombre a las ruinas, en legua Quechua, Q'enqo.
En el interior de la cueva, a la que sólo los más importantes sacerdotes podían pasar, se embalsamaba a los fallecidos más importantes de Cusco, teniendo para ello una "camilla" tallada en la misma roca y una hornacina que de manera natural (por la forma y lugar de la talla) se mantiene en una temperatura muy inferior a la del entorno.
Los cuerpos eran momificados en posición fetal, ya que la muerte era entendida como un paso más, no como el final y de esta manera, volvían a la Pachamama tal y como llegaron.
Salimos de allí impactados y como se nos ha echado la hora encima, paramos a la sombra de un bosquecillo a comer. El entorno es inigualable.
Finalmente y a pie, llegamos a las ruinas más impresionantes, Saqsaywamán. En un principio, no destacan en especial, pero a medida que nos vamos acercando, vamos descubriendo toda una ciudad, llena de edificios, rocas talladas y hasta una plaza circular enorme.
Lo realmente sorprendente es saber que lo que hoy podemos apreciar no es más que el 20% de lo que un día fuera Saqsaywamán, ya que los españoles (siempre los españoles) destruyeron el resto para utilizar las piedras en la construcción de sus casas en Cusco.
Subimos al promontorio desde donde se ven las murallas y nos quedamos tan boquiabiertos que casi no recordamos su significado. Como hemos dicho antes, la ciudad de Cusco se ideó con la forma de un puma. En esa distribución, este complejo era la cabeza del puma y las 22 murallas, sus dientes. Parece una locura, pero damos fe de que es así.
Bajamos hasta la esplanada de las murallas por una escalinata de piedra y al llegar...
...y Naiara pasa del cerebro.
Ahí van unas imágenes de la obra inca, para que alucinéis con nosotros.
Volvemos hacia Cusco a pie y completamente atrapados por todo lo que hemos visto hoy. De repente, una "Carolina" nos hace recordar a la nuestra y nació el amor! Encima está en venta... No podemos evitar soñar con arreglarla, cambiarle el motor, pintarle unas flores...
Terminamos con las actividades de hoy con una vista increíble de la ciudad.
El resto del día lo pasamos actualizando el blog y preparándolo todo para la aventura que comenzará mañana y nos llevará en cuatro días a el sumum de la civilización Inca: Macchu Picchu.
Buenas noches y hasta dentro de unos días!!!
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