Nos despertamos sin prisa y desde la cama, publicamos otro post, el último del Amazonas. Nos desperezamos y nos ponemos en marcha, hoy queremos visitar el museo Guayasamin, un pintor ecuatoriano genial.
Salimos del hostel, cogemos un taxi (por primera vez nos pone el taxímetro y no hace falta regatear) y allá vamos! Después de 15 minutos de viaje entre un tráfico horrible, bajamos del taxi y sorpresa!!! Está cerrado solamente los lunes: HOY! (no somos los únicos tontos, aunque no alivie).
Decidimos ir paseando un poco para ver otra parte de la ciudad y ahorrar algo de dinero.
Como es temprano, decidimos no esperar a después de comer para marchar, así que cogemos las mochilas y después de un metrobús atestado en el que nos empujan, critican, pisan y desquician, cogemos otro bus hacia Latacunga.
Salimos del hostel, cogemos un taxi (por primera vez nos pone el taxímetro y no hace falta regatear) y allá vamos! Después de 15 minutos de viaje entre un tráfico horrible, bajamos del taxi y sorpresa!!! Está cerrado solamente los lunes: HOY! (no somos los únicos tontos, aunque no alivie).
Decidimos ir paseando un poco para ver otra parte de la ciudad y ahorrar algo de dinero.
Como es temprano, decidimos no esperar a después de comer para marchar, así que cogemos las mochilas y después de un metrobús atestado en el que nos empujan, critican, pisan y desquician, cogemos otro bus hacia Latacunga.
Tampoco es que se vaya de mil amores, durante un rato Roberto va sentado en el suelo... Llegamos a Latacunga y preguntamos por un bus hacia Quilotoa y nos llevan a uno que sale en 15 minutos. Mientras uno se encarga de las mochilas y los tickets, la otra de la comida: unos trozos de pizza de piña buenísimos.
Nada más entrar al autobús se nota el cambio: todos o casi todos visten de manera tradicional, con su sombrero y todo.
De camino a Quilotoa el paisaje andino es bellísimo, las montañas ondulan en el horizonte y también cerca de nosotros:
Encontrar hotel es fácil y negociamos cena y desayuno incluídos por 36$ los dos. Dejamos todo, nos abrigamos (y es que estamos a casi 4000 metros) y vamos a ver el atractivo de este pueblo: la laguna del volcán Quilotoa. No podemos decir más de lo que expresan las imágenes.
Bajamos un poco hacia el lago (en el que mañana intentaremos hacer kayak) y las vistas mejoran más y más.
La subida cuesta algo más y pensamos en cómo será mañana cuando tengamos que subir desde la laguna...
Volvemos al hostel y conocemos a cuatro chicos argentinos que también se hospedan aquí y charlamos animadamente, de la selva, la playa, la vida... Ellos están haciendo pan cuando nos dicen que la cena está casi lista y que será en el edificio de al lado. Y, ¿quiénes estaban esperando a la cena allá? Ricardo, Anahí y Lola!!!!!!
La alegría es enorme y nos saludamos contentos con el reencuentro. Pasamos otra bonita velada juntos y nos despedimos hasta mañana en el desayuno. Pero antes de irmos a la cama, volvemos a la laguna para disfrutar del reflejo de la luna en ella y resulta realmente espeluznante. Todo el cráter del volcán se perfila oscuro y el lago, está iluminado por la luna... Tratamos de sacar alguna foto, pero no capta lo que nosotros vemos, lo sentimos. Esa imagen difícilmente se borrará de nuestras retinas.
Buenas noches.
Hermoso post, hermosas fotos! Me alegro por todo lo que estáis viviendo, por lo que estáis creciendo y por como OS estáis conociendo a vosotros mismos. Brindo por vosotros!
ResponderEliminarMuchas gracias!!! Esta noche brindaremos por vosotros también, mua, mua ta ospital mua!!!
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