Nos despertamos perezosos, ducha y desayunamos con la señora Maruja, la mamá de nuestra amiga Jessy. Charlamos tranquilamente y lavamos algo de ropa antes de salir de casa. Nos han hablado de un pueblito que debemos visitar, Zaruma. Quedamos en vernos por la tarde y nos ponemos en marcha hacia allá.
Cogemos un autobús que ya va en marcha y vemos pasar las horas en él. Es cierto que el paisaje es precioso, pero 3 horas son excesivas... El autobús nos deja al lado de una cuesta y el conductor nos indica que Zaruma está al final de ella. Como no sabemos cuánto hay que subir, emprendemos la marcha a pie, pero también se hace largo, por lo que terminamos comiendo un almuercito de camino.
Zaruma, conocida por sus minas de oro (que todavía están en funcionamiento) es un pueblito con un casco histórico colonial lleno de casas de madera como las de las películas del oeste y es muy agradable pasear por sus calles coloridas.
Visitamos también la iglesia y el museo de la ciudad casi en solitario y es que el pueblo está libre de blanquitos!
En información turística nos comentan que podemos visitar unas minas de oro abandonadas, pero resulta que llegamos tarde y nos quedamos sin pepitas de oro...! Así que, seguimos conociendo el pueblo.
Tomamos un cafecito y nos ponemos en marcha para la vuelta, para lo que conseguimos coger un bus directo que nos lleva de vuelta a Machala en 2 horas y cuarto.
A la vuelta, Marissa y Maruja nos tienen la cena preparada y nos acompañan charlando hasta pasadas las diez, cuando todos nos retiramos a descansar.
Cogemos un autobús que ya va en marcha y vemos pasar las horas en él. Es cierto que el paisaje es precioso, pero 3 horas son excesivas... El autobús nos deja al lado de una cuesta y el conductor nos indica que Zaruma está al final de ella. Como no sabemos cuánto hay que subir, emprendemos la marcha a pie, pero también se hace largo, por lo que terminamos comiendo un almuercito de camino.
Zaruma, conocida por sus minas de oro (que todavía están en funcionamiento) es un pueblito con un casco histórico colonial lleno de casas de madera como las de las películas del oeste y es muy agradable pasear por sus calles coloridas.
Visitamos también la iglesia y el museo de la ciudad casi en solitario y es que el pueblo está libre de blanquitos!
Tomamos un cafecito y nos ponemos en marcha para la vuelta, para lo que conseguimos coger un bus directo que nos lleva de vuelta a Machala en 2 horas y cuarto.
A la vuelta, Marissa y Maruja nos tienen la cena preparada y nos acompañan charlando hasta pasadas las diez, cuando todos nos retiramos a descansar.
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