martes, 10 de marzo de 2015

Día 47 (08/03/2015) - Arequipa y crónica de una visita a la Policía

Llegamos a Arequipa con retraso, cogemos un taxi al centro y nos plantamos a una cuadra de la plaza de armas. Calles cortadas, música militar... ¿qué pasa aquí? Izada de bandera y todo el ejército marchando y cantando himnos "maravillosos". Flipados y cargados a tope con las maletas, nos disponemos a buscar un hostel.


La idea es alojarnos cerca del centro, ya que Arequipa es la segunda ciudad del Perú y no es cuestión de estar en zonas dudosas. Paseamos (entre muchísima gente) alrededor de la plaza abarrotada de militares y encontramos el Hostal Encantos, que tanto dará que hablar en el día de hoy... Acordamos 46 soles por noche con el desayuno incluído y baño privado, dejamos todo en la habitación, hablamos sobre los tours al Cañón del Colca (que nos resultan demasiado caros) y salimos a reflexionar mientras desayunamos.


Decidimos que el costo de los tours que inicialmente queríamos hacer es demasiado alto para nuestra economía, porque llevamos mucho dinerito gastado y todavía nos queda Cusco, lo más caro con diferencia, por lo que otra vez será...

Volvemos al hostal para una duchita y nos empezamos a dar cuenta de que eso de que el baño es privado... es una utopía, pero Amparo, la dueña, no está y no podemos hablar de esto con ella. Con la mosca detrás de la oreja salimos a conocer Arequipa.



Visitamos la Catedral, más hermosa por fuera que por dentro, aunque con un órgano de lujo.



Paseamos por sus calles llenas de edificios coloniales, iglesias y casonas antiguas, y decidimos ir a comer al mercado de la ciudad, lleno de frutas, verduras, carnes, flores, cosas para la casa, puestos de jugos, de comida... Una maravilla!



Callejeamos por la ciudad y encontramos más puertas y ventanas hermosas, coloridas...




Además de la Iglesia de la Compañía y sus claustros preciosos.








Empieza a atardecer y hace fresco, por lo que vamos al hostal a por una chaqueta y es ahí donde comienza la fiesta... Amparo nos está esperando, con cara de estar haciéndonos un favor terrible, nos comenta que no quiere que nos sintamos mal porque más gente utilice el baño, por lo que nos ha "bloqueado" una habitación en un hostel mejor, por el mismo precio. Pensamos que no pasa nada por echarle un vistazo, pero ella nos dice que no nos preocupemos, que nos va a encantar, por lo que prefiere que nos llevemos ya las mochilas. Se enciende la alarma... Quedamos en ir a verlo y decidir después, tuerce el morro pero accede y nos da indicaciones.

Salimos de allí con la mente llena de nubarrones, pero abiertos al cambio si era positivo. Entonces comenzamos a andar, y andar... Cuando llevamos cuatro cuadras hacia las afueras de la plaza Naiara se planta, se le hincha la vena y sólo quiere soltar sapos y culebras a la tal Amparo. Roberto se adelanta a ver y confirma que está aún más lejos, en una zona bastante dudosa.

Volvemos hacia el Hostal Encantos echando humo por las orejas y al llegar, Amparo no está en la entrada, sino su hija de unos 5 años. Vamos a buscarla escaleras arriba y ahí está. Trata de bajar a la planta baja, pero estando la niña allí, preferimos quedarnos en la planta de arriba para que no presencie la conversación.

Al pedirle explicaciones de por qué cree que preferiremos estar a cinco cuadras del centro, cambia su actitud y la telenovela comienza. Nos interrumpe continuamente y pide que no gritemos (cuando en ningún momento hemos alzado la voz). Nos llama problemáticos y nos pide que dejemos el hostal, cuando le decimos que tenemos un trato, suelta la bomba: no tenemos ningún justificante de que estemos alojados ahí y no hemos pagado aún. Alucinamos en colorines y sin querer enfadarnos más, le decimos (error!) que en un momento vendremos con la policía.

Salimos a la calle escupiendo veneno y encontramos a la policía de turismo. Le exponemos el caso y nos pregunta si tenemos el justificante. Roberto estaba presente cuando Amparo ha hecho el registro, pero no le ha dado copia. Otra de las cosas que no hemos hecho bien según nos comenta, es no haber pagado. En todo caso, se presta a ayudarnos y nos acompaña al hostal.

Otra vez dentro, la interpretación de Amparo es digna de un Goya: alma caritativa que ha tenido un problema con el agua caliente, nos quiere dar un buen servicio, nosotros somos prepotentes, hemos asustado a su hija.... Nuestra cara es de estupefacción, la no violencia se esfuma de nuestra mente y tratamos de mantener la calma, pero ¡es que no deja hablar ni a la policía!

Entre perorata y perorata, suelta argumentos como que el otro hostal no está tan lejos y que además, a los europeos nos gusta caminar...! Roberto sale a buscar otro alojamiento mientras Naiara trata de rellenar, lo más calmada posible, el libro de reclamaciones. Sacamos las mochilas y fuera, charlamos con la policía que, por suerte, no ha creído nada de lo que ha dicho esta "señora" y se queda con nuestra copia de la reclamación para hacerla llegar antes a las autoridades competentes.

Enfadados pero contentos de salir de ahí, dejamos las mochilas en el hostal que ha encontrado Roberto y salimos a cenar. Decidimos que nos merecemos un regalito y subimos a la azotea de un restaurante de la Plaza de Armas, desde donde vemos la catedral iluminada.



Probamos la famosa carne de alpaca, muy sabrosa, y disfrutamos del fresco con unos ponchos que nos dejan allí mismo. La cena ha salido más cara de lo normal, pero después de este día... nos lo merecíamos!


Al fin y al cabo, esto mismo podría suceder en cualquier parte del mundo, y nos a tocado aquí, es lo que hay. Ondoloin!

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