domingo, 29 de marzo de 2015

Día 65 (26/03/2015) - Valle de la Luna y El Alto

Nos despertamos y la misma música: El Carretero está desolado! Eso nos permite sacar una foto de sus murales, que son preciosos.


Compramos unas empanadas para desayunar y nos ponemos en marcha con calma, ya que no para de llover hasta alrededor de las 10. Hoy queremos visitar el Valle de la Luna, a unos kilómetros de La Paz y para eso, tendremos que coger un minibús con aire retro...


El trayecto es de una hora y el precio, irrisorio: 4 bolivianos por los dos (unos 50 céntimos). De camino atravesamos la ciudad y nos vamos haciendo una idea de la inmensidad de La Paz. Conforme llegamos, vamos alucinando con el paisaje, que haciendo honor a su nombre, parece lunar. Pero dentro del recinto... nos espera lo mejor.





Loco, ¿¿verdad??


Los surcos en la tierra crean agujeros, en ocasiones, ¡de metros de altura! El paisaje es tan desolador como mágico y al haber llovido durante la mañana, nuestros pies a menudo se quedan pegados en el lodo.




A la vuelta, unos turistas alemanes nos preguntan si hemos venido en bus, a lo que contestamos que claro. Ellos han venido en taxi por 70 bolivianos y al oír el precio del bus, se quedan boquiabiertos, por lo que nos agradecen la información y compartimos el viaje de vuelta.

Decidimos aprovechar que ha salido el sol y subimos al Alto en teleférico, un transporte de última generación estrenado el año pasado, que conecta la zona baja de la ciudad con los barrios de los cerros circundantes. Este medio de transporte ha beneficiado a la población, ya que pueden desplazarse rápidamente para ir a trabajar, entre otras cosas. Las vistas estando allí colgados, son espectaculares!



El mercado de El Alto es otro tema aparte. Allí se venden desde calcetines de alpaca, hasta todas las piezas posibles de coches (parachoques, pilotos, rodamientos, faros y todo tipo de elementos mecánicos). Por si no os lo creéis, ahí van:


Bajamos de nuevo a la paz con una docena de higos negros que hacen las delicias de Naiara, que se siente un poco más en casa. Dejamos las compras en el hostal y damos un paseo por el centro, hasta llegar a la calle Linares (mercado de las brujas) donde decidimos cenar algo diferente a la sopa, arroz y pollo de todos los días. El sitio es espectacular y aunque nos sale más caro, ha valido la pena saborear algo distinto.


Ondoloin desde El Carretero!

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